martes, 24 de mayo de 2011

España votó a una marca y no a un partido.

Las recientes elecciones autonómicas confirman el éxito de los grandes grupos de comunicación nacionales: los españoles ya no votamos a un partido político, ideología o programa, si no a una marca empresarial, a una firma con los atributos de empresa: logotipo, música, identidad y unos representantes cuya función es caernos bien.

El mapa español amaneció tintado de azul. El PP gana por mayoría abrumadora e histórica y preludia en las próximas elecciones conseguir un monopolio político insólito en la democracia Española.

Es la crónica de una muerte anunciada. Un PSOE que no supo reaccionar a tiempo al vendaval de la crisis, la humillación posterior de un partido con imagen “de izquierdas” que acaba doblegado a las imposiciones de las instituciones financieras del BCE y del BM , un presidente, que firma el mayor retroceso de la historia de la democracia española, de las conquistas sociales ganadas a pulso por nuestros padres, herederas de la llamada tercera vía social demócrata europea: sanidad pública, sistemas de pensiones, la regulación del empleo, una educación de calidad para todos, el fomento de la empresa pública... transportes, telefonía. En resumen, un partido que más que nunca, abrió la puerta del pastel público a los grandes grupos privados nacionales y extranjeros. El copago en sanidad y educación, la privatización galopante y el desmantelamiento de la esfera pública que para manifestarse tiene que acampar de forma ilegal.
El enfado era de esperar.

A este expolio de la riqueza nacional los medios lo llamaron “ hacer los deberes”.
Y es que, según la lógica neoliberal acatada sin rechistar por el PSOE, era preciso salvar a España de la devaluación de sus bonos, y el rescate financiero. Los creadores de la crisis son ahora víctimas que hay que proteger para que no se descalabre el tinglado democrático. La fiesta debe continuar aunque cada vez sean menos los que compran la entrada y salen a bailar. El resto, pasmados se quedan afuera sin saber muy bien por que.

Dicho de forma simple y llana: el PSOE no ha hecho si no seguir la misma política neoliberal que procesa y predica a los cuatro vientos el PP. Política que sufren los 5 millones de parados y que iremos sufriendo el resto a medida que los recortes se hagan palpables en el día a día.

¿Entonces como es posible estos resultados? Lo que dijeron las urnas, la indiscutible victoria del PP y previsiblemente en las próximas elecciones, supone un sí rotundo a más recortes, más privatización y más modelo norteamericano en nuestras calles.

La esfera social será carne de grandes grupos de inversión sujeta a la dinámica de los costes y beneficios. Es decir que cada vez más el hecho de tener a mano los recursos para vivir dignamente como agua corriente de calidad, electricidad, teléfono, cultura, educación o protección sanitaria dependerán del interés lucrativo de inversores cuyos nombres, lugares o principios difícilmente conoceremos. Serán el azar de los índices en las bolsas, y la dinámica financiera la que determinará, cada vez más, que España sea una Argentina arrasada por la especulación, o Detroit barrida por la crisis, o una ex-república soviética.
Quien sabe.

De hecho, la contradicción radica en que lo público, el voto democrático, sólo puede elegir aquello que es público. Lo privado, al contrario, escapa de la jurisdicción democrática. Así, inevitablemente, cuando privatizamos un bien público lo perdemos para siempre pues dejamos de poder elegir su uso y destino. Serán los dados bursátiles los que determinarán la vida diaria. Y la democracia o poder del pueblo será más simbólica que real.

Ahora volviendo a las elecciones, lo lógico es pensar que se ha votado con el corazón, por reacción al PSOE, por reacción a los parados, a la crisis, a los recortes... Como un péndulo electoral que ha ido ganando inercia en los últimos dos años: castiguemos al PSOE que nos ha metido en el embrollo y votemos a los contrarios como si de un partido de fútbol se tratara, tigres contra leones, Barsa o Real Madrid, Pepsi o Coca-cola. ¿Y tú, de quien eres?... sin plantearse cual es el soporte ideológico que está detrás.

Éste ha sido el triunfo de los medios y las agencias de comunicación: conseguir convertir a los partidos en marcas identitarias. Ya no importa su programa político, ni sus planteamientos económicos, al parecer demasiado complejos para el peatón... Si no la seguridad, simpatía o identificación que tengamos con su imagen pública. “El señor x me cae bien, pero éste me cae gordo... y no veamos aquel.” Un color, un logotipo, una cara y comentarios que recordar, una sintonía... es la misma dinámica del espectáculo la que se adueña de las urnas y la que decide la voluntad general. En sentido opuesto, la racionalidad de elegir un futuro próximo, un modelo económico y manifestar una auténtica soberanía general va quedando arrinconada con desdén.